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Represión y religión

Español

Cuando llegaron los primeros españoles a América, todo parecía el sueño del buen cristiano que se habían aventurado por las profundidades del mar océano, buscando tierras a donde no había llegado aún la luz del cristianismo; su sagrada misión  era la de salvar almas, al precio que fuere. Sin embargo, detrás de tan nobles intenciones viajaban también escondidas, la codicia y las ansias de riqueza, de suerte que pronto y al unisonó, nuestros bondadosos invasores, soltaron el grito de guerra ¡oro!

Comenzó entonces uno de los genocidios más grandes de la historia de la humanidad y, para apagar el dolor de los miles de pueblos sometidos y explotados, la iglesia instituyó el dolor como camino de salvación, el sacrificio y desprendimiento de los bienes terrenales como forma de incluirse en la lista de los aspirantes al reino de los cielos, en donde naturalmente, los pobres y menesterosos tiene su cupo. Acá, en la tierra, para los poderosos quedaban los placeres de la tierra, pero también, puesto que han controlado igualmente la burocracia eclesiástica y sus santos apóstoles, la primera fila en el paraíso celeste.

Porque represión y religión han sido siempre inseparables en la historia del mundo, a punto de que, cuando se instauraron las más cruentas dictaduras fascistas en Latino América, especialmente en países dominados por una población indígena, el bálsamo del dolor se encontró nuevamente en las religiones de turno; es decir en las múltiples sectas del cristianismo, esta vez con un sellito bien escondido que dice “made in USA”.

Por ello, causa un impacto visual, observar en las calles de Chimaltenango y por donde uno vaya en Guatemala, templos, iglesias, radiodifusoras, centros educativos, casa de oración, etc., ya sean evangélicos o protestantes; se incluyen además pancartas con textos bíblicos en los supermercados o en los más humildes talleres y puestos de venta. Toda una estrategia montada, justo en los años terminales de la guerra y la firma de la paz. Como si con oraciones y alabanzas se pudieran recuperar los miles de vidas asesinadas, encarcelas y torturadas que dejó la represión en todo el país. Como si la resignación, elevada a súplica y perdón, callara las voces de madres, niños, hermanos y tantos otros, cobardemente masacrados por la dictadura y sus asesores norteamericanos que diseñaron la eliminación sistemática de pueblos y aldeas enteras.

Resulta entonces comprensible, como aquellos que victimaron a miles de personas, sean actualmente sostenidos por una parte de quienes fueron sus víctimas. En ello fueron muy hábiles los asesinos, cuando sentenciaron al silencio las voces de quienes clamaban justicia, recordándoles nuevamente que el reino de los pobres está en el cielo y que los pecados de la humanidad se lavan con sangre. Por ello, sus manos, ahora se levantan incluso como salvadoras, puesto que en el imaginario de muchos sobrevivientes de la guerra, éstas se representan como ejecutoras de la justicia divina.

En el tapete de pensar una nueva sociedad, las religiones tendrán que rendir cuentas y concentrase en los problemas de la tierra, sin más engaños que aprovechen los tiranos y poderosos, de otra forma, su camino está sentenciado hacia el abismo más oscuro de la noche. Sólo hace falta que despierten las conciencias de quienes cayeron en sus redes.

Chimaltenango, 21 de abril de 2010

Jaime Idrovo Uriguen
EQUIPO  COMUNICÁNDONOS

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