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Día Internacional de la Tierra

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El 22 de abril no pasará desapercibido en Guatemala y en muchos de los países del mundo, particularmente en aquellos que están compuestos por una mayoría o un importante sector de población indígena y de origen ancestral. Efectivamente, en Ciudad de Guatemala, una marcha de más de 10.000 personas que representaban a diferentes pueblos que forman la gran unidad Maya: Q’eqchi’, Pocomchi’, kiche, Ixil, Xinca, Poceman, Q’anjobal, Mam, rabinal Achí y Tzutujil, cruzó la ciudad, recorriendo más de 10 kilómetros hasta llegar a la Casa Presidencial. Otro tanto ocurría en el resto del país, tanto en las urbes como en el campo, de suerte que el grito en defensa de la Tierra se escuchó profundo en las conciencias o, al menos, en los oídos de la gente.

Mujeres y hombres con trajes multicolores. Autoridades comunitarias con sus bastones de mando y otras insignias, muchos de ellos vestidos con elegantes ternos y sombrero. Jóvenes madres cargando en sus espaldas a sus  tiernos hijos, ancianas con el signo de la dignidad y el dolor gravado en sus rostros, niños sonrientes pero inquietos, algunos descalzos y de la mano de sus padres. En fin, un mosaico de expresiones humanas y culturales que esperaban las disposiciones finales para dar inicio a la caminata.

Así arrancó la marcha en defensa de la Tierra: caminando en hileras dobles y disciplinadamente, desde El Obelisco y con dirección al centro de la urbe. Luego, como pequeñas vertientes venidas de diferentes arterias laterales y que descienden hasta el gran torrente, esto es, la Av. La Reforma, cientos de personas engrosaron la multitud que crecía con rapidez. Desde los vehículos se perifoneaban consignas a favor de la vida y en contra de las acciones que pretenden sacrificarle a la Tierra, hasta sus entrañas, a fin de aumentar sus capitales y el poder político sobre pueblos y seres que sólo buscan una vida digna y en paz. Los marchantes, igualmente, cantaban y entonaban  consignas de denuncia y reivindicaciones puntuales.

Marcha Día Mundial de la<br />
Tierra, Ciudad de Guatemala, Guatemala, 22 de abril 2010

Sin embargo, la euforia de los participantes contrastaba con la actitud de quienes observaban en silencio y pasivamente su paso. ¿Existe acaso un distanciamiento entre la población urbana de Guatemala y las comunidades indígenas? Por qué es visible que salvo alguno que otro rostro, la identidad entre la gran mayoría de habitantes de este país, viene de un mismo origen y culturalmente se reconocen, incluso por encima de las diferencias construidas por los grupos hegemónicos, tanto durante la Colonia como a lo largo de la República. Cosas que deben responderse por esa urgencia de redefinición de las identidades, más allá del juego político e ideológico que se visibiliza en la historia de los últimos cinco siglos de la América invadida y colonizada. Podría ser igualmente porque ciertos temas como el específico de este día, no entra en el calendario de las reivindicaciones urbanas, puesto que el medio ambiente poco importa o no se visibiliza, salvo claro está, la polución en todos sus niveles.

Retomando el curso del evento, igualmente fueron importantes las denuncias en torno a las mineras, cementeras, explotación petrolera, mega proyectos hidráulicos, cultivos extensivos de palma africana y caña de azúcar, que están destruyendo la naturaleza y dividiendo a las comunidades, en medio de la represión más salvaje. Se escucharon las voces de San Juan de Sacatepéquez y San Miguel Ixtahuacán, afectados por la acción de poderosas familias locales en asociación con empresas multinacionales de Canadá, Suiza, Estados Unidos, España y otros países del llamado “primer mundo”.

Así, en medio de la marcha, comisiones de dirigentes llegaron hasta las oficinas de las respectivas embajadas, situadas en lujosos edificios de la zona moderna de Guatemala, las mismas que ostentan el poder invisible de los dueños del mundo. Su objetivo era el de dejar por escrito las exigencias para que terminen las acciones mineras en el territorio nacional. Y como era de esperarse, coincidencia o no, los diplomáticos no se hallaban, pues estaban de viaje, tal vez recibiendo nuevas órdenes ¿quién sabe?

Luego, ya en el centro de la ciudad, igualmente se procedió a entregar el documento en la Corte Suprema de Justicia y finalmente en la Casa de Gobierno. ¡Pero que va! Todas las autoridades se hallaban ocupadas. ¡Total!

Fue entonces que con los bastones de mando y demás insignias de poder comunitario, apoyados por los participantes en la movilización, los dirigentes exigieron ser recibidos por el Presidente de la República, sabiéndose que no podía atender al grupo, ya que se hallaba reunido con la alcaldesa de San Juan de Sacatepéquez, quien al final, de forma descarada buscó dirigirse a los presente, siendo rechazada con gritos y silbidos, pues era acusada de traidora a su pueblo y vendida a los intereses de los dueños de la cementera.

Dos funcionarias celosamente escoltadas por los guardias de seguridad llegaron hasta la puerta y recibieron el documento. En el mismo, los demandantes exhortaban a dar cumplimiento a las exigencias de la ONU y otros organismos mediadores, los mismos que intervinieron luego de los violentos incidentes ocurridos como parte de la represión policial a las aldeas y pueblos involucrados en el sector de San Juan.

La marcha terminó a las 14h00 con un acto político en la plaza central de Ciudad de Guatemala, en el que intervinieron los dirigentes de la misma. Se recalcó el hecho de que esta era la última acción conciliadora; terminado el plazo que contiene el documento, las comunidades indígenas tomarán otros causes a fin de que su voz sea escuchada.

A la espera de que estas acciones no sea tomadas como actos de terrorismo -la cómoda escusa- para descargar todo el odio de la burguesía contra quienes intentan subvertir su orden de explotación y miseria.

Chimaltenango, 24 de abril de 2010

Jaime Idrovo Urigüen
EQUIPO  COMUNICÁNDONOS

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